Aunque en la infancia sólo eran sueños, finalmente se transformaron en realidad, los aviones siempre estaban en sus manos. Por su vocación emigró de un municipio austero en el norte de Veracruz al Heroico Colegio Militar; podría decirse que el Sargento Segundo, Jorge Luis Juárez Gómez, cumplió satisfecho su misión, siempre tenía presente que debía cumplir con su deber, pero jamás descuidó lo más valioso, su familia.
Siendo parte de una familia tan apreciada por los tihuatecos, Jorge Luis se forjó en los valores inculcados por una madre de profesión en el noble magisterio y un padre dedicado al trabajo rudo.
En la calle Venustiano Carranza, de la colonia Azteca, ya le esperan sus amigos, sus vecinos, quienes le vieron crecer y desarrollarse en la misma cabecera municipal de Tihuatlán.
Las aulas en la primaria Benito Juárez, la secundaria Cuauhtémoc y el Colegio Salvador Díaz Mirón siempre le prodigaron orgullo a sus padres, María Estela y a Lindoro, quienes apoyaron incondicionalmente al joven, que tomaría una decisión importante, ingresar al Colegio del Aire de la Fuerza Aérea Mexicana.
Su objetivo, ser mecánico de aviación y lo logró, siendo sargento segundo. Pero sus metas no quedaron ahí, continuó preparándose y a sus 37 años ya también había adquirido la Licenciatura en Derecho.
Era el hijo mayor del matrimonio de Lindoro Juárez y María Esther Gómez, que como sus hermanos, todos orgullosos de Jorge Luis, desde pequeño —recuerdan los que le vieron crecer— jugaba con aviones, sus favoritos, y siempre cumplía sus metas.
Prestó 19 años de servicio a la Fuerza Aérea Mexicana, sólo faltaba uno más y culminaba con su jubilación para iniciar una nueva vida junto con su esposa Lourdes y sus dos hijos.
Siempre valía la pena el sacrificio de una vida personal plena, siempre disciplinado, dedicado a su profesión en el aire y profesionalizándose cada día; estaba a punto de viajar a Brasil, donde se capacitaría por dos meses.
Pero no importaba dónde estuviese ni la distancia a recorrer, cuando alguno de sus seres queridos le necesitaba, siempre estaba presente.
Aunque llegó la hora crucial en su vida con la coincidencia, en el día, el mes, el año y la hora, sus familiares aún no lo pueden creer, porque pese a todo, esperaban verle de nuevo aunque fuesen las pocas horas.
Sus amigos de la infancia, los padres de éstos, los que siempre han estimado a la familia Juárez Gómez, le recuerdan como una persona comprometida, siempre leal y con una sonrisa para la gente de su pueblo, en Tihuatlán.
Aunque en el Campo Marte, el propio Presidente de la República Felipe Calderón Hinojosa, encabezó el acto luctuoso, el último adiós para el sargento segundo, Jorge Luis Juárez Gómez aún no culmina.
Su cuerpo llegó hoy por la mañana, esta vez, ya no en el aire, recorriendo la carretera federal México-Tuxpan y finalizó en la colonia Azteca, en Tihuatlán.
Se espera que por la tarde se entreguen sus restos al cementerio municipal de este municipio del norte de Veracruz, donde se rendirá el último homenaje y permanecerá más cerca de los que le aman.
Siendo parte de una familia tan apreciada por los tihuatecos, Jorge Luis se forjó en los valores inculcados por una madre de profesión en el noble magisterio y un padre dedicado al trabajo rudo.
En la calle Venustiano Carranza, de la colonia Azteca, ya le esperan sus amigos, sus vecinos, quienes le vieron crecer y desarrollarse en la misma cabecera municipal de Tihuatlán.
Las aulas en la primaria Benito Juárez, la secundaria Cuauhtémoc y el Colegio Salvador Díaz Mirón siempre le prodigaron orgullo a sus padres, María Estela y a Lindoro, quienes apoyaron incondicionalmente al joven, que tomaría una decisión importante, ingresar al Colegio del Aire de la Fuerza Aérea Mexicana.
Su objetivo, ser mecánico de aviación y lo logró, siendo sargento segundo. Pero sus metas no quedaron ahí, continuó preparándose y a sus 37 años ya también había adquirido la Licenciatura en Derecho.
Era el hijo mayor del matrimonio de Lindoro Juárez y María Esther Gómez, que como sus hermanos, todos orgullosos de Jorge Luis, desde pequeño —recuerdan los que le vieron crecer— jugaba con aviones, sus favoritos, y siempre cumplía sus metas.
Prestó 19 años de servicio a la Fuerza Aérea Mexicana, sólo faltaba uno más y culminaba con su jubilación para iniciar una nueva vida junto con su esposa Lourdes y sus dos hijos.
Siempre valía la pena el sacrificio de una vida personal plena, siempre disciplinado, dedicado a su profesión en el aire y profesionalizándose cada día; estaba a punto de viajar a Brasil, donde se capacitaría por dos meses.
Pero no importaba dónde estuviese ni la distancia a recorrer, cuando alguno de sus seres queridos le necesitaba, siempre estaba presente.
Aunque llegó la hora crucial en su vida con la coincidencia, en el día, el mes, el año y la hora, sus familiares aún no lo pueden creer, porque pese a todo, esperaban verle de nuevo aunque fuesen las pocas horas.
Sus amigos de la infancia, los padres de éstos, los que siempre han estimado a la familia Juárez Gómez, le recuerdan como una persona comprometida, siempre leal y con una sonrisa para la gente de su pueblo, en Tihuatlán.
Aunque en el Campo Marte, el propio Presidente de la República Felipe Calderón Hinojosa, encabezó el acto luctuoso, el último adiós para el sargento segundo, Jorge Luis Juárez Gómez aún no culmina.
Su cuerpo llegó hoy por la mañana, esta vez, ya no en el aire, recorriendo la carretera federal México-Tuxpan y finalizó en la colonia Azteca, en Tihuatlán.
Se espera que por la tarde se entreguen sus restos al cementerio municipal de este municipio del norte de Veracruz, donde se rendirá el último homenaje y permanecerá más cerca de los que le aman.
Fuente: Noreste
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